jueves, septiembre 27, 2007

Caramelos de menta (fragmento de MUSULMANES)



Finalmente, entendí algo fundamental. Sabía que en algún momento sucedería. Hoy (por ayer) me pasó algo que de ningún modo es increíble, pero lo viví con tanta intensidad que terminó por modificarme verdaderamente.
Todos los miércoles viajo a Moreno, en la línea Sarmiento. Trabajo un par de horas, dando clases, hablando de filosofía, estética y literatura. Cuando vuelvo, en el tren, el sol se pone en Moreno. Yo, en cambio, viajo hacia la noche de Once. Normalmente llego a eso de las 20hs. Veinte minutos, o media hora después, estoy con 7e7é, Chichín y la Chilindrina, en casa.
Hoy, con la energía blanca del teórico terminado, cuando elegí mi asiento en el tren, abrí al mango la ventanilla. Aire puro de Paso del Rey. Me encanta volver con la ventana abierta, sintiendo el frío en la cara. Al llegar a Caballito... No sé. Había estado escribiendo en mi Diario, una carta para la Dámasa, que se fue al Sur y ya no sé cuándo vamos a volver a verlo. No va a estar aquí cuando 7e7é y yo nos casemos. Esto nos duele, la verdad. Nos gustaría tenerlo con nosotros, el Día de la Fiesta. Sin embargo, la Dama necesita estar sola, con su marido, alejada del bardo de siempre. Bien por ellos, entonces. Aunque con ese criterio, todos deberíamos irnos al Sur, y no volver nunca más. ¿Quién no necesita un viaje para bajar un par de cambios? Mi viaje, de Moreno a Once, lejos de bajar, te sube como una patada en las équices...
Estaría pensando en la Dámasa, todavía, cuando vi, en el andén, un zapita de 9 o 10 diez años, que se me acercaba. Un rubio divino, diría una partera. Lo miré, creyendo que iría a decirme algo. Fue un segundo. Todavía escucho su boca mojada por la explosión de saliva y catarro. Me dio en la cara, justo en el lunar central del pómulo izquierdo. Una tristeza infinita me dejó patitieso. El tren estaba detenido, con las puertas abiertas. Ya no quise saber qué quería decirme. Seguí mirando por la ventana, pero un poco más allá, en el crepúsculo, con la mirada perdida en la melancolía de mis mejillas escupidas por un niño de las clases trabajadoras.
Antes de que el tren arrancase definitivamente, pero ya con las puertas cerradas, recibí una última ráfaga de pollos.... Esta vez, participó también una niña. Y dieron en el blanco. Recién cuando nos alejábamos de la estación, saqué un pañuelo -más sucio que sus entrañas, increíblemente- y me quité esas lágrimas falsas, que no eran mías, y que sin embargo corrían y bajaban hasta el cuello de mi camisa.
A juzgar por la fragancia, acababan de comer halls, mentoliptus. Los mismos que se clavaba mi abuelo, después de fumar sus pipas.
Ahora sé que puedo empezar a escribir una novela. Necesitaba que un niño, y una niña, me abrieran los ojos.

domingo, septiembre 23, 2007

Top 5 (cinco)



7e7é...


mi mami...


Evelyn...


María G.


María S.

Gracias por ser mis amigas, a pesar de ser un sordo borracho marilyn egocéntrico-periférico.
En el Top 10 entran la Esti, la Laufer (con diéresis fantasía), Facu y Ceci, y la Dámasa...
Son aquellos que me cuidan. Un amigo, a veces, te cuida... evitando llamarte. Un loco, ¿no? Mis hermanos, Guada, y otros, pertenecen a una categoría diferente... No podría explicarlo ahora. Hoy bebí tequila. Es un grupo distinto. Bex, Jose, Gaby... igual. Son otra cosa. El top 5 lo integran aquellas personas que pueden ayudarme o liquidarme con una sola mirada.

viernes, septiembre 21, 2007

Terciopelo azul


Tengo el oído derecho para atrás. Mi pastel me acompañó a la farmacia y compramos un posible otosporín. Cuatro gotitas antes de la cena y cuatro más un par de horas después, mientras mirábamos Inland Empire. Increíblemente lograda, la peli. Hiperrealismo a full. El otro lado de la equis. El preguntale más grande del mundo. Impresionante.

Me pregunto cuándo estaré mejor del oído. "Mañana o pasado", dice 7e7é. Quizás estoy somatizando mi propia falta de escucha. María G. me dijo, el domingo pasado, que no la escucho. Ayer, a medianoche, llamó María S. (con un triloco de verdad), y le dije: "Uy... justo estaba empezando a ver un peli... Es cortita... ¿no me llamás en media hora?". Un desastre. "Mariano, te estoy llamando porque necesito hablar con vos, ¿y me decís que estás por ver una película? Me estás haciendo mal". Caí. A veces soy un jodido de mierda, sin darme cuenta. Le pedí perdón: "No me di cuenta". Siempre digo lo mismo, y mi amigas lo saben, y están hartas. "Antes no eras así, Dorr", me dijo María G., el domingo, antes de irse. Es cierto... antes escuchaba. Ahora... le pregunto. Capaz que cuando se me pase este loco del oído se me pasa también este egoísmo de cuarta. Ojalá.

Voy a dar Latín I, libre. Preguntale, ya lo sé. En dos semanas, 1er parcial de Política. En tres semanas, me caso con mi pastel. En cuatro semanas, nos vamos de luna de miel. En cinco semanas, no sé qué decirte... Prepararé Latín I, definitivamente. Me voy comprando los teóricos en SIM; no puedo asistir a clase, curso al mismo tiempo un seminario. Ayer no pude ir, por este teje del oído. Y justamente, Mónica me había enviado un mail con una invitación a una conferencia sobre "El loco y el mito que le pregunta", de un tal Otto Dorr, un chileno marilyn. Parece mentira, que Otto Dorr, mi oído freak y mi falta de escucha, coincidan de esta manera negra. Un posible Inland Empire, en un punto. Blue Velvet comenzaba, también, con el descubrimiento de una oreja en un jardín. ¿Recuerdan?

No escucho nada, realmente. Por lo menos, del lado derecho. Es horrible.

Voy a ver otra peli, ahora mismo: Full Metal Jacket, de Kubrick. Aquí la tenemos como "Nacido para matar". Son casi las cuatro de la mañana. Mi pastel duerme. No quisiera despertarla con la guerra de Vietnam. Seguramente, me va a decir: "Pastel... ¿podés bajar un poco el volumen?". Y yo: "Sí, pastel... no hay problema". Pero, teniendo en cuenta el estado de mi oído derecho, no voy a escuchar nada. Ametralladoras, nada más. Qué energía, dios mío.

jueves, septiembre 13, 2007

Un loco de texto

Hoy estuve en el Registro Civil. Tenés que ir 28 días antes del día que elegiste para casarte. 28 días al natu, nada de días hábiles y cálculos negros e imposibles. Nos casamos el 11 de octubre de 2007, a las 14.10hs. Cuando llegué, vi en la vereda -y la imagen me asqueó- un charco negro de palomas, comiendo arroz. Mucho traje plateado, en las mujeres de entre 30 y 40. Equis. Ninguna fantasía, el plateado mal llevado de las solteras.
El arroz no me molesta, pero sí los pomos onda carnaval. El pomo deviene agua fría, y todo lo frío me jode, menos la bebida. El arroz también me jode, en realidad. Pero si soy capaz de hinchar las équices con la Iglesia, no puedo quejarme por ese rocío blanco y amarillo. La Iglesia -a punto de ir cana, con el juicio a VW-, me revolvió el estómago durante 21 años. Ahora estoy dispuesto a tomar la cuchara, y ser yo quien revuelve ese Zolá santificado. La Iglesia es un asco, pero no deja de ser un lugar sagrado para quien creyó, en la edad de la infancia. No es casualidad que, cuando somos un posible Diamante, lo sagrado y lo profano sea aquello mismo con lo que jugamos cada día. Cuando era chiquito, no comprendía por qué yo era, evidentemente, el único que creía las mentiras de Dios. En algún momento, la historia del equis empezó a hacerme fantasía. Las pelis bíblicas, me mataron siempre. A mí solo. Mis hermanos cambiaban de canal. Me volvía loco la posibilidad de ser bueno. Y los malos, eran gente común. La maldad estaba en casa. No hacía falta ser un gran tirano. La maldad estaba todo el tiempo ahí, como una tentación. Y ser bueno era algo muy lejano; a la vez, lo más simple. No alcanzaba con rechazar el mal. Había que crear el bien, con amor. Los buenos de esas pelis, son milagros humanos. Seres imposibles. No había nadie, en la vida real, que fuera bueno como Sansón, Moises o Jesús. Creía que mi tarea debía ser convertirme, yo mismo, en un ser imposible. Sufrí cada caída. Finalmente, entendí que era mucho más interesante no ser un milagro humano. La caída era tan pilas como estar arriba. Ver que uno no es Jesús, admitir que no tenemos un lugar central en el plan divino, nos aleja de la fé. Qué sentido tiene creer en un Dios que nos ignora, hagamos lo que hagamos. Ahí se acabó. Los 10 mandamientos se convierten en más o menos buenos consejos. Se revela que creer y no creer es exactamente lo mismo. Todos creen y todos dejaron de creer, desde hace muchísimo tiempo. La Iglesia asesina, y uno lee, y ve que la Biblia también. Hasta ahí, tendría unos 13 años. La Iglesia me repugnaba, pero el misterio seguía. Lo mantuve, a pesar de todo. Revisaba libros sobre la figura de Jesús. Conseguía textos de teología. Me hacía fantasía, aun considerándome ateo. Leía a Nietzsche en la Iglesia. Después llegó la peli de Scorsece. Ahí freakié. Judas era el verdadero bueno de los buenos. Me gustaba. La Iglesia se puso en contra de una gran película. Pasó algo fuerte con La última tentación de Cristo. Leí el libro de Kazanzakis. Me hice todo un mambo místico, que las primeras 2 materias de mi carrera terminaron sepultando para siempre. Cuando fui a un curso genial de un sacerdote foucaultiano, volví a freakear. No entendía por qué era posible tener esa doble nacionalidad. Este profesor me enseñó a reforzar mi desprecio por las Instituciones. Me convertí en lo más parecido a lo que no me animaba a ser. Estuve rebotando por todos lados. Tantas cosas. Spinoza. Llegué a creer que dedicaría mi vida a la obra de Spinoza. Después, Mónica, que me dio lo que ya amaba, pero no tenía: Derrida. Mis primeros libros de Derrida pude leerlos recién una vez que escuché hablar a Mónica, en Puan. Y atrás, Levinas. Me di cuenta otra vez de lo mismo. Aunque no hubiera ni Dios, ni Cielo ni Infierno, había algo sagrado: el Otro. Lo sagrado puede matarnos, incluso. ¿Cómo vivir con el Otro? ¿Cómo vivir sin él? Dejé de entender y de intentar entender. Era incomprensible. El odio al Otro, la violencia sobre él. Todo esto me hizo despreciar la razón. Casi dejé mi carrera. Apareció Heidegger, con fuerza. Finalmente, Cacciari. Ahí vi todo junto, de un tiro. Nietzsche era realmente el Crucificado.
Me dejé llevar por Cacciari, casi sin leerlo. A los 30 años, voy a casarme por Iglesia, por pura fantasía y amor a mi pastel. Atea y Diosa, a la vez.
El 11 de octubre, Registro Civil. El 12, daremos el sí (de las niñas) en el altar. A la salida de la Iglesia, sonará The Cure, al mango.

domingo, septiembre 09, 2007

En busca del costicismo perdido de Borges


Beatriz Viterbo... Me voy a Tucumám, a decir cualquiera, sobre lo único en lo que creo de verdad. Decir cualquiera, pero con amor a esas cualidades que queremos. Cualquier cosa no es cualquier cosa, escribió Roberto Jacobi en Ramona, y se refería a Belleza & Felicidad. Y yo estuve tan de acuerdo que temí estar gravemente equivocado. Finalmente, estaba equivocado, como siempre. Pero no era grave. Piloteo el error. El error te lleva y te enseña equis cosas. Error. Es una de esas palabras que parecen, o casi se convirtieron, en un símbolo, en una señal como de tránsito. Como el propio Stop. Me voy al jardín de la equis, a exhibir errores marilyn. Errores que hasta me dan de comer. Poco, pero me dan... Y no lo podría explicar. Menos mal que ya no trabajo haciendo lo que no sé hacer. Ahora trabajo en esto: decir cualquiera con amor a las cualidades un loco. Si a fin de cuentas, igual, todo es un loco. Y el loco es la regla. Me da miedo ver cuando la gente no se hace cargo. Es todo un loco tan grande que más vale abrir los ojos y flashear con este increíble mundo, con Congresos en Tucumán, donde no se decide la independencia de nada, pero se aceptan ponencias sobre Witty, Agamben, Derrida, Benjamin, y, en mi caso, sobre Beatriz. No voy a decir nada nuevo. La idea es bastante concreta: que Borges es el más grande por una razón antiborgiana. Borges escribe lo obvio. Dice lo que todo el mundo sabe. No hay nada que no sea ya sabido. De ese modo, nos deja perplejos. ¿Por qué? Porque lo sabido es, precisamente, lo ignorado. Lo olvidado. Borges dice las tonterías que pretendemos o pretendíamos olvidar. Pavadas. Por ejemplo... el aleph. ¿Qué dice? Que vemos todo... Y bien que lo vemos, aunque hagamos de cuenta que somos ciegos. Como el equis. Pero él era ciego literal. Y siempre es literal. Cuando dice que vio todo, en el aleph, es porque vio todo. Como todos nosotros, cada día. Hay que aprender a ver todo, y ser capaces de hacer con eso una fantasía. No sólo ponernos mal. Porque todo es un desastre. Beatriz está muerta de entrada. Si aceptamos que la fantasía máxima es una suerte de muerta, podríamos hacer algo con ella. Escribir, como mínimo. Y que esté muerta la fantasy, también significa revivirla. Y la resurrección, la sobrevivencia, es algo de lo que vemos en nuestro aleph, también. Vemos cada loco... Ciegos, aún.

domingo, septiembre 02, 2007

Scott Fitzgerald en Tandil

El último Día del Estudiante, 7e7é volvió a casa con un libro de F. Scott Fitzgerald: Cartas, una selección y traducción de Gerardo Gambolini, editada por Beatriz Viterbo. Es una pequeña maravilla de 144 páginas. La primera carta es para la hermana de Fitzgerald, Annabel. La leí por primera vez la semana pasada. 7e7é estaba en Tandil (viajó para leer un trabajo de Esther Díaz, en un congreso sobre "la universidad como objeto de investigación"). Sin 7e7é, con la casa vacía, abrí esas Cartas, y di con ese increíble texto. Es un manual imposible, una radiografía de la mundanidad del costicismo. Lo llevé a Tandil (fui a buscar a 7e7é, llegué al día siguiente de su lectura, en la madrugada). Quería leerlo con ella, a ver qué opinaba mi futura equis enorme.
Decidimos que después de la noche de bodas, nuestra luna de miel será en las sierras de Tandil. Flasheamos. Sobre todo 7e7é: se encontró con el escenario de uno de sus sueños. Toda una vida soñando lo mismo, sin poder identificar el lugar. Un camino de piedra, ascendente. Un castillo en la cima. Un bosque en medio del monte. 7e7é se largó a llorar en cuanto llegamos al pie del camino. No podía parar de llorar. "Claro... Yo subí por acá cuando tenía 5 años, con mi mamá y mi papá... Les pedía que me llevaran al castillo... lo tenía completamente olvidado... Fue justo después de la muerte de mi abuelo", lloraba y decía, mi Pastel. Y subimos, con mucha emoción y cuidado, porque las piedras preguntale. Un lugar con infinita fantasía, realmente. Hay que ir. Un posible Combray, para 7e7é. Su familia pasó 1 mes y pico en Tandil, en un momento difícil para ellos. Habían perdido a los abuelos del Pastel. En Tandil, una juguetería en el centro los retenía, tratando de escapar de la energía negra del destino. 7e7é se encontró de repente en el escenario del sueño. Fue to much.
Llegamos al castillo. Almorzamos queso y salamín. Otro planeta. No se pueden pensar los salamines y quesos de Tandil. Comimos y conversamos, mirando la ciudad, a 230 mts de altura. Hermoso. Decidimos volver, para siempre. Vivir allí una temporada del año, incluso. Criar a Diamante en el bosque de los sueños de su madre.
Bajamos por la parte de atrás del castillo, y nos tiramos en el pasto, en la ladera de la sierra. Prendimos un caño, y 7e7é, en voz alta, leyó la carta de Fitzgerald a su hermana menor. Nos enloquecimos. 7e7é hizo incapié en el enfermo hijo de puta que había que ser para escribir algo tan genial.