lunes, julio 24, 2006

Equis pesos de un fin de semana


Nunca tengo un peso en el bolsillo. Todo lo que llega a mis manos, lo gasto en cosas ricas y regalos. Sinceramente, el dinero no es para mí. Y si algún día llego a tener mucho, probablemente ya no lo tenga al día siguiente. En fin. El último jueves recibí un llamado para un laburito de cuarta: una desgrabación. "Excelente", pensé, "voy a poder moverme un poco". Estaba seco. Ni un peso desde hacía ya unos días. Un loco de situación financiera, realmente. Me llama Hugo (unos 65 o 70 años), y me propone equis laburo, desgrabando un teje insoportable de una hora y media. Acepté al toque. Nos reunimos, me dio el cassette, y yo le pedí un adelanto. Increíblemente, accedió. Un milagro.
Hace una semana, tuve una escena parecida, pero rara. Digamos que entregué un trabajo (pero nada que haya desgrabado, sino una especie de texto equis -aunque divertido, también- que tuve que escribir, movido por la necesidad de dinero), pero no sólo no conseguí que me pagasen, sino que, francamente, no veo claramente cuándo vaya a ocurrir eso. Ojalá que pronto (aunque tampoco es ninguna fortuna, como para andar haciendo plegarias). Y Página/12... Bueno, la verdad es que sigo muy contento con escribir allí. No me puedo quejar. En un punto, estar publicando en Radar, también es un milagro.
Entonces, el jueves estaba muy contento. Era el día del amigo (y el cumpleaños del equis, y de Guido Segal), y había un asado en casa del marido de Ev. Fui con Ceci, la esposa de Facu. En casa de E, me esperaba la mujer que amo. Compramos un par vinos y ocho morcillas, con Ceci, y nos fuimos a casa de E. Por el camino, le preguntamos a la luna. El tamborcito calchaquí se había quedado en Tucumán, por suerte. Facu se fue a dormir (trabaja desde muy temprano, el equis), y después de un rato en bondi, llegamos a lo de E (qué largo se me hizo). Y, ¿qué te puedo decir? Me emborraché, porque el vino que pagó Ceci, era demasiado rico, y los que siguieron... ya no importaban si eran ricos o qué. Y la chica que amo, me miraba, un poco alucinada, ella. Andá a saber qué le había dado la Ev.
Conversamos de esto y lo otro, con E, el marido de Ev, y no llegamos a ninguna parte. Pero creo que él también, se emborrachaba conmigo, o era que el asado lo tenía así. E: sos un divino. Te quiero. Hubo un aplauso para el equis, pero no por el asado, sino por unas notas que exihbió, si no me equivoco, Martin L., el ex de mi ex (y ahora, mi amigo, también; ¿por qué no?). ¿O fue la chica que amo la que sacó esos exámenes en pleno asado? En fin, aplaudimos...
¿Y después? Yo ya estaba perdida de la mente, la verdad. Me acuerdo de un episodio medio equis con la suegra de Ev. Mejor ni lo cuento.
¿Y después? Equis cosa. Nada se puede contar. Me emborracho, y después no se puede contar nada. Un loco, realmente. Martín L., me regaló una camisa negra de oro puro. Gracias, querido. Te quedaba divina, te aviso. Mi chica y yo lo comentamos. Pero Marilyn se quedó en musculosa, y cuando le dije que se pusiera la camisa, que hacía frío, al tiempo que la elogiaba: "Te la regalo, Dorr". Y me la puse, al natu. Desde entonces, entiendo ese dicho que reza: "miren lo que les traje: camisas".
¿Y después? Preguntale. Y ya no sigo, mejor, porque tendría que contarles todo el viernes, y la cena en casa de Bex, y lo que fue después. Y no da, sería demasiado.
Sin embargo, hay algo que no puedo dejar pasar. El viernes, antes de ir a lo de Bex, mientras esperaba que llegara la chica que amo, me encontré con mi ex ex ex ex ex ex: Luciana G. Un loco muy grande, realmente. Tuvimos una conversación y todo. Ella esperaba en la puerta de un cine de Belgrano. "Creo que me dejaron plantada", me dijo. "¿Tu marido?", le pregunté. "No, Caro y Laura, las conocés". Y sí. Me acuerdo de ellas. 1810. Luciana y yo salimos en 1810 (en mi época post-Elízabeth). Fue un hermoso desastre. "Seguís usando el mismo perfume", me dijo. Falso. Acababa de ponerme un poco del frasquito que me trajo Muslip de regalo. "No, es otro", le dije. "Entonces, el mismo desodorante". Y tenía la razón, increíblemente. Luciana es inteligentísima (escribe muy bien), pero siempre le gustó hacer de cuenta que no lo es. Simuladora, la equis. No entiendo por qué. Y costi, además. En eso (en los dos rasgos), C... y Luciana se parecen. Como si ocultar su inteligencia les permitiese ver mejor en la oscuridad, y trabajar mejor el costicismo, desde una ingenuidad que nunca existió en realidad. En fin, allá ellas. La cuestión es que Luciana me comentó que había leído el blog. Inmediatamente, creo que se arrepitnió de decirlo.
El sábado y el domingo, estuve desgrabando esa insufrible fantasy para Hugo, hasta hace unas horas, incluso. Y cuando terminé (domingo a las 23.50hs), me refugié en mi habitación, a fumar y mirar la TV. Miré Top Cat, y me sentí identificado. Mi amiga, Silva, dice que soy igual. No lo creo, pero me sentí identificado de todo modos con "Don Gato". No tiene un mango, y lo único que le importa es hacerse la fantasía a costa de otros. Me sentí un poco mal, por eso. Don Gato tiene energía blanca, pero es energía negra. Quizás, yo también. Equis. Después vi una peli horrible, con el costi de Benicio del Toro y Juliette Lewis. Un bajón, pero James Caan hizo que me quede hasta el final. Y cuando terminó, pensé otra vez en Luciana (pero no costi, sino de otro modo). En 1810, salimos. Hicimos un desastre, realmente. "La verdad que fue divertido", le dije, en la puerta del cine. "Sí", me contestó, y agregó equis cosa, que no viene exactamente al caso. Pero, más que divertido, había sido un desastre. Me engañó vilmente, y fue engañada, también... vilmente. Un espanto. Nos hicimos daño, casi sin conocernos. Éramos chicos, aunque no tanto. Ella sí, tenía 18. Ahora, 25 años. Entonces, pensando en todo aquello, y en ese comentario, "leí tu blog", entendí que quizás, era ella la que me había escrito, en forma anónima, equis cosa, con equis energía, que hizo que, finalmente, dejara de escribir, de tanta energía negra que había entre los comments. Razones, ella, tenía de sobra. Sin embargo, quizás no fuera ella. Además, en la puerta del cine, se la veía feliz de poder encontrarnos, después de mil años. Yo también estaba contento de verla. Y la chica que amo, llegó, y nos fuimos con un vino tinto y champagne, a casa de Bex.
No. No puede haber sido ella, la que me escribía con tanta energía negra. Aunque, quizás sí. No, no puede ser.
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Mañana, Hugo me paga equis pesos. Menos mal. Es poco dinero; tiene que durar hasta el finde, por lo menos. Y después, preguntale otra vez. Preguntale para siempre, con los equis pesos, que nunca tengo un mango ni para comprar un pancho en Retiro.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Esta vez te leo de mañanita, entre el café con leche sagrado y el costi de Antunes (Arnaldo). Aunque siga extrañando a M., la extraño con una energía blanquísima, fulgurante (pale fire).

Anónimo dijo...

volviste, hermoso!! pero qué felicidad

Ev dijo...

El episodio con Winnicot me lo vas a tener que relatar, querido. Y dejá de decirme Elizabeth (con evitar el apellido alcanza). Te mando muchos besos. Tomemos la lechita con Eduardo uno de estos días.

Martín Ludwig dijo...

Estoy pensando en hacerme modisto luego de este episodio. (No confundir con "modesto".)

Y lo de la plata que quema es un mal común. Pasan los años y no logro hacer nada al respecto. La última vez que cobré una buena guita le pedí a la persona en la que más confío que me dé equis cantidad por mes y que no cediera si algún mes le pedía más. Lo que hay que hacer...

Anónimo dijo...

Vende tu ojete en lugar de regalarlo y listo... chua problemas de dinero. I see you in the Rosedal, bye!!!

Anónimo dijo...

Mariano, ¿dónde puedo conseguir lo que escribiste? L.

Anónimo dijo...

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