Estoy escribiendo un relato sobre un perrito que 7e7é y yo perdimos (de vista), hace algunos meses. Es una historia triste. Incluye resurrección de la carne, con lo que de algún modo quisiera permitirme trabajar. De todos modos, está recién empezando. Probablemente quede allí, y no continúe. Tiene energía equis.
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Panza Gorda
En un campo de San Fernando, un cachorrito labrador negro, de orejas doradas. Apartado de su madre prematuramente, encadenado a un muro de ladrillos y cautivo desde hace ya cuatro meses, nadie más volvió a saber de él. Panza Gorda se debate entre la vida y la muerte.
Lo abandonamos una tarde, en un tren metropolitano. Lo entregamos, incluso. Ahora carburamos una culpa negra. No podríamos soportarlo sin hacernos daño. Volvemos a ese momento, todos los días. El calor de la pancita, cuando le dábamos un beso. El sueño de Panza Gorda, en nuestras manos. Se nos dormía en brazos mientras llegábamos a San Isidro, a reservar un campo de fiesta. Cuando nos deshicimos de él, todavía estaba dormido.
No tiene sentido lamentarse ahora. Pasaron varias semanas. San Fernando se lo habrá tragado, como una ballena. Nos quedamos fumados, mirando el cielo por la ventana. Las nubes de Moreno. Más allá. General Rodríguez. Chivilcoy. La Pampa, si afuera es posible. Sentimos algo. Y un ruido de voces: ¿Dónde está, Panza Gorda? ¿Dónde estará? Es ella, es 7e7é, la que pregunta. En un momento creí que fuera un fantasma.
Tomándolo del rabo, levantando las patas traseras apenas unos centímetros del suelo, una mujer golpea con una fusta las nalgas enfurecidas del animal, hasta dejarlas al rojo.
Abre la boca. Nos introducimos en ella como un tren en un tú, atravesando el cogote. En su interior, el labrador y la noche preparan el claro de la mañana.
La garganta de Panza Gorda, seca, espera una gota de luz. Tomándolo del rabo, levantando las patas traseras apenas unos centímetros del suelo, una mujer golpea otra vez, con una fusta, las nalgas enfurecidas del animal, hasta dejarlas al rojo rubí, con aromas frutados.
Lo habrán matado, ya, murmuramos. Pero es de noche, como el violeta. Llegamos a ver sus colmillos, los más hermosos. Tendríamos que haber cocinado. Comer jamón. Panza Gorda estaría ahora entre nosotros.
Iremos a la montaña, a mover la tierra. A pedir perdón. Panza Gorda viene ya.
2 comentarios:
muy interesante tu blog felicidades
saludos desde Reus Catalunya
busquemos a panza gorda ya! es insoprtable lo triste que me pone pensar ella tan golpeada
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